jueves, 21 de marzo de 2013

CARTA A PANDORA


Hola Pandora, hija.

 Lo primero que quería pedirte es que no estés triste, no merece la pena y al final de estas líneas lo comprenderás. No tengo ninguna duda de ello. Sé que lo que vas a leer a continuación te asombrará, pero también sé cómo, tú mejor que nadie, serás capaz de entender y apreciar este regalo que te hago.
Es el regalo de una vida entera, de hacer lo que era imposible hacer para esos personajes de mentes tan torpemente inteligentes y cuadradas que decían que no era lógico, que era una tontería, y de los que tantas veces nos hemos reído juntos, ¿recuerdas, hija?
Lo que ellos no sabían y tú estás leyendo ahora es la prueba de que sí se puede. La magia existe, Pandora, pero sabes bien, como tantas veces me has escuchado decir, que hay que crearla. La magia la tenemos que crear nosotros.

 Todos se extrañaban de que afirmara con tanta rotundidad que esperaba, cuando llegara la hora, a mi hija Pandora. No, qué desearía que fueras sino que estaba esperándote a ti, a mi Pandora. Creo que pensaban que estaba un poco loco. ¿Y si es un niño?, decían. Un niño... La gente cree que las cosas son fruto de la casualidad, ¡qué sabrán ellos, pobres ilusos! Sé que ahora te estarás sonriendo de esa manera que tanto me gusta... Me mostraste tu sonrisa desde el primer instante en que te miré. Todavía no te había cortado el cordón umbilical, que era algo que tenía que hacer yo y me costó lo que no está escrito, no por miedo a haceros daño físico sino porque sabía que ese gesto era mucho más que un simple corte. Sabes bien de qué te hablo. La verdad es que le gané la partida a la máma por esa manía mía que tanto te gusta y tanto te hace reír siempre porque la compartes conmigo. Esa manía de no dejarnos vacilar ni por Dios. Moriremos siempre de pie, hija. Aunque quisiéramos arrodillarnos no sabríamos.
El ginecólogo y yo teníamos una tensa pelea de rodillas cuando asomabas la cabecita, porque, si por él hubiera sido, me hubiera echado del paritorio. ¡Pobre infeliz!, no imaginaba que para echarme de allí, estando tú en camino, habría necesitado un ejército completo y muy bien armado. Se tranquilizó previa amenaza mía de que si le veías la cara antes que a mí, le prendía fuego a él, al quirófano y al hospital entero, sacándote a ti y a la máma al hombro. Sabes bien que lo hubiera hecho, aunque al final no hizo falta ya que fui el primero en verte.
Dicen que los recién nacidos no pueden ver pero, ¡es que dicen tantas cosas!
Naciste con los ojos abiertos, unos ojazos vivos y curiosos en donde ya se veía esa hambre voraz tan tuya por comerte la vida, y también tenías el ceñito un poco fruncido, supongo que por el frío, pero se desfrunció cuando nos miramos y, entonces, apareció tu sonrisa. Esa que vuelves a tener ahora dibujada en tu cara al ir leyendo, la misma que te ha acompañado en cada instante de tu vida y que yo tanto he adorado siendo siempre consciente de ella. Supe que eras tú en cuanto me sonreíste, llevaba mucho tiempo esperándote. Ya me conoces, hija, tenía que explicarte un millón de cosas y, aunque acababas de llegar, ya te conocía como a mí mismo.Tenías grabado a fuego tu propia esencia en la mirada. Aunque yo fuera un loco apasionado, tú ya eras así desde que naciste, desde el principio como a ti tanto te gusta decir. En eso no influí. Eso, simplemente fue.
Siempre aparecerá la misma sonrisa, hija, pero no olvides hacer que aparezca no mucho sino siempre. Pase lo que pase, tu sonrisa siempre te hace más guapa.

 Al terminar de leer, cobrarán sentido para ti muchas situaciones pasadas. Todas aquellas cosas raras de los primeros años y después todas aquellas ideas, preguntas, perspectivas, sensaciones y emociones de las que hablábamos con tanta pasión, los dos, horas y horas. Tú saltando en la cama y abrazándome cuando comprendías algo y yo mirándote embelesado, disfrutando de la felicidad absoluta. Esa felicidad de la que se habla en los buenos libros que tanto insistí que leyeras.
Te hablaba de todo sin poder explicarte todo porque, si lo hubiera hecho no podríamos completar el truco que vamos a realizar ahora. Nos vamos a burlar del tiempo, Pandora, y esa burla la tenemos que hacer entre los dos porque ésa es la clave de todo, que tenemos que ser los dos, tú y yo. Pronto comprenderás.

Ahora supongo que se te habrán ido los ojos al final de la carta donde está la fecha en que se escribió y se te habrá acelerado el corazón. ¡Relájate, Pandora!, y no dudes aunque te parezca ilógico. Sé que entenderás. Tienes todo lo que necesitas para comprender. Ya me encargué yo, todos estos años, que así fuera. Tú no tuviste que abrir la mente porque jamás permití que se cerrara antes. Intenté, y ahora puedo decir que conseguí, que fueras libre, que tu pasión siempre desbordara cuando, por algún grave error, estuviera en algún recipiente atrapada. Últimamente te oía decir más a ti que a mí, que la pasión no puede tener forma, no puede limitarse ni puede moldearse, la pasión es pasión y por tanto, libre. Estás más que preparada para comprender el regalo que te ofrezco, hija, y aceptándolo, comprendiéndolo, cerramos el círculo. Completamos esta burla al tiempo que tan imposible, dicen, es hacer.

 Después de mirar la fecha, te estarás preguntando cómo puede ser posible y te diré que no lo sé, al menos no sé explicarlo con palabras. Si utilizas la lógica nunca encontrarás el sentido. La carta, simplemente la escribí, la leí y no volví a tocar ni una coma. Fue como una extraña inspiración, apareció y sólo la plasmé sobre este papel. Todo se fue ordenando solo, ante mis ojos al principio incrédulos.
Primero llegó tu nombre, Pandora. No fue una broma de tu loco padre, fue otro momento de inspiración algo anterior. No fue elegido de una lista de nombres curiosos ni nada parecido. Se cruzó, sonó y supe que era el tuyo por cómo me gustaba. Simplemente por eso, por cómo me gustaba. Fue una de esas sensaciones que a veces tenemos, como cuando te explicaba cómo se encuentra un regalo para alguien al que quieres. ¿Recuerdas, hija? El regalo siempre te encuentra a ti, Pandora. ¡Pero cómo me gusta decir tu nombre, Pandora! Me encontró tu regalo y has conseguido que pase al encanto porque ahora, ese nombre, representa para mí todo lo que soñé que serías y en lo que te has convertido. En una persona libre. En mi Pandora libre. En lo que has elegido y querido ser siempre, sin limitaciones, sin condiciones. En ti misma.
Lo de las cajas fue casual y ni hecho a medida. Ya sabes de mi pasión por las cerraduras y los galimatías para que la mente no se duerma. La mente, si la dejas, se vuelve muy gandula, hija. Tú lo sabes. Además, era el mejor envoltorio para guardar esta carta, este regalo que te hago.
El mecanismo de apertura lo diseñé especialmente para que tú, y sólo tú, pudieses abrirla sin romperla. Te conozco muy bien, como tú a mí. Si la caja la has abierto y no estaba rota, has abierto por primera vez, desde que la cerré poco después de escribir esta carta que en ella has encontrado y ahora estás leyendo, mi caja de Pandora.
Las otras dos cajas son exactamente iguales a ésta. Las tripliqué por seguridad y me ocupé, por tres vías diferentes, de que te fueran entregadas, exactamente, este día.

 Sí, Pandora, lo has entendido bien. La carta está escrita varios años antes de nacer tú. En este momento que escribo de mi puño y letra, tengo más o menos tu edad, treinta y tantos, y ésta es la burla que le estamos haciendo, tú y yo, al tiempo. Ahora mismo, cuando te estoy escribiendo, tú no has nacido todavía, en mi tiempo. Pero sé que existes y ningún necio podrá convencerme de lo contrario. Y tú, ahora mismo, que estás leyendo esto que te escribo, sabes que existo aunque haya muerto, en tu tiempo. Y, sin embargo, aquí estamos los dos, en el mismo instante, riéndonos a carcajadas del tiempo. Realizando algo imposible y de no fácil comprensión. Perfectamente compenetrados para birlarle la cartera al soberbio tiempo. Sé que entiendes que tenía que ser así, era esencial que desconocieras la existencia de esta carta hasta hoy, el día que yo hubiera muerto, que se me hubiese terminado, supuestamente, el tiempo. Por eso es el gran regalo de mi vida y es para ti, mi Pandora.

 Es sólo un resquicio, una pequeñísima fisura que he encontrado después de toda una vida buscando y estudiando cómo burlar al todopoderoso tiempo. Y, ¡se puede, Pandora! Esta carta es tu prueba y algo a lo que aferrarte cuando te asalten las dudas o creas que no puedes controlar el miedo. No limites nunca tu pasión, tu ilusión, tu fantasía ni tu imaginación porque ellas te llevarán a la magia y, ¡la magia existe, Pandora! Y ahora sé que lo sabes.
Nos volveremos a encontrar en algún momento del tiempo. Probablemente, de aquí a unos años, un hombre tremendamente parecido a mí reciba una carta tuya, una carta de su madre. La leerá, la leeré, como tú hoy lees ésta.
Sé que la sonrisa que tanto me gusta, ahora es permanente porque comprendes. Por eso he muerto feliz, Pandora, porque ahora ya sabes que la muerte no importa. Es sólo un útil para poder burlar al tiempo.

 Me despido y te pido un saludo. Sólo eso. Ponte frente al espejo, nuestro espejo, donde tantas y tantas veces te dije que estaría cuando ya no pudieras verme, cuando hubiese muerto, y fascíname por ultima vez, de momento, con esa sonrisa que tanto adoro.
Y si puedes verme, entonces esta burla al tiempo nos hará eternos.

Te quiero Pandora y siempre te querré.

                                                          Miguel.


PD: Cada uno escribe su propio destino. Y tú, Pandora, eres el mío.


Barcelona, 18 de Marzo de 2013


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante. Me mantuvo expectante por largo tiempo mientras leía. Aunque, no sé si producto de tanta lectura o imaginación, creí saber lo que venía. Tal vez sólo sea un engaño más de esta inconsciencia colectiva.
Excelente escrito, felicidades y gracias por compartirlo.

Pd.: Más que aburrimiento, curiosidad es la que me trajo.

MC dijo...

Sensibilidad de la "güena" y una peculiar ternura es lo que sugiere este texto. Que te escriban algo así no tiene precio... Mi futura enhorabuena y envidia sana a Pandora, que por cierto, me encanta ese nombre...!!!
Un abrazote!

M dijo...

Me ha encantado leerte :) gracias.

veronica lavín dijo...

Has hecho que todos queramos sentirnos Pandora no solo por un instante, sino para toda la vida.
Gracias por este regalito para los seis sentidos (el ultimo es el corazón, por si hay alguna duda)
Un abrazo muy grande Miguelon! ;)))

veronica lavín dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.