jueves, 2 de mayo de 2013

PRIMERA MANADA (Viaje en el tiempo 25 años después)

Me da una voz para que tire ya, que no tenemos todo el día, dice.
Nos estamos jugando, a un campo a campo, el saque, la portería y quién comienza a elegir.
Todo el que ha sido golfillo callejero sabe que un campo a campo es la mejor manera de calentar y mucho más divertida que jugarse el saque a moneda al aire como hacen los mayores.
Todavía no comprendo muy bien cómo hemos llegado hasta aquí. La vida es muy curiosa y siempre tiene algún recurso para sorprendernos.
Kike vuelve a gritar una ironía de las suyas para que chute ya. Lo hace con ese gracejo tan propio que siempre le ha caracterizado. Jamás ha aguantado estar sin la pelota. Nos miramos de campo a campo y nos mostramos una de esas sonrisas cabronas que se hacen con los ojos, un lado de la boca, y el alma. Sobre todo con el alma. Una de esas sonrisas que sólo le sale bien a los niños o a los que no han madurado todavía o nunca lo harán. Miro la bola, cojo aire y me dispongo a chutar. Cierro un instante los ojos y saboreo el momento...
Parece mentira que hayamos conseguido reunirnos casi todos los antiguos compañeros del colegio, de la EGB. Hacía unos veinticinco años que no nos veíamos. Al terminar el colegio cada uno siguió su camino como es lo normal. Las personas no se quedan siempre en el mismo sitio ni van dejando rastro de su vida y milagros, la vida es dura y cada cual se va apañando como buenamente puede. Hasta la aparición de las redes sociales no imaginaba ni remotamente que pudiera volver a encontrarme con ellos, igual encontrarme con alguno sí, pero a todos en grupo, en manada, eso no lo imaginé ni en mis mejores divagaciones.
Piensas en lo inviable que parecía este reencuentro hace sólo un tiempo atrás, principalmente por la dificultad de localizarlos y la disposición que mostraran a ese reencuentro.
Te preguntas, antes del día X, cómo serán, qué les interesará, qué les habrá dado o quitado la vida, qué historias y maneras de transmitirlas tendrán, si habrán sufrido o habrán sido felices y tantas otras dudas más. Pero al verlos a todos te das cuenta de lo mucho que habíamos subestimado nuestras ganas de retomar, para poder saborear una pizca, aquel pasado que se va alejando poco a poco e incesantemente.
Esas ganas de pasado se hicieron muy evidentes, a nivel personal, al contemplar las nuevas posibilidades que nos ofrecía el nuevo mundo virtual, porque si San Google se erigía como el nuevo Dios del acceso a la información, el Sr. facebook hacía lo propio como nuevo alcalde. Todos, o casi todos, empezamos en facebook con nuestro nombre y apellidos, colegio, instituto, trabajos del primero al último, etc.. Ahí, bien censados para que cualquiera pudiera encontrarnos. Luego, cuando sacamos dinero del cajero automático ponemos la mano encima para que nadie vea nuestro número secreto. Los humanos somos muy graciosos a veces. La cuestión es, ¿quién sino las personas de nuestro pasado nos iban a buscar por nuestro nombre completo y colegio de primaria?. Algunos hemos buscado pero otros se han dejado encontrar y, a fin de cuentas, es prácticamente lo mismo. El sentimiento es gemelo.

En nuestro caso ha sido progresivo, poco a poco han ido apareciendo por las redes uno tras otro. Típica primera charla de encuentro, algún me gusta como diciendo "¡Eh! Que te tengo controlado", o sugerir a otros compañeros de entonces cuando encuentras a alguno de ellos. Vas siguiendo sus vidas como ellos la tuya pero tímidamente al principio.
Un día, a alguien se le ocurre plantar una semilla, a ver qué pasa. Hay un inicio, un primer arranque que se queda sin inercia porque en la vida de adulto estamos todos muy liados, que es una frase que queda muy bien y combina con todo, pero las ganas generales, que son mucho más fuertes que la más fuerte de las individuales, hace que algún otro vuelva a plantar otra semilla en el mismo sitio que la anterior para que, de alguna forma, la esencia de ésta ayude a arraigar la nueva, y si tampoco lo consigue otro volverá a plantar otra. Es inevitable. Las personas somos así, si deseamos algo y lo deseamos de verdad, pocas cosas, por no decir ninguna, podrán evitar que lo consigamos. El humano es cabezón por naturaleza, sólo hace falta ver a un niño para darse cuenta.

La semilla germinó en forma de "echar unas birras en un bar", nada de cenas con el cartelito del nombre en la solapa como en las películas. Tampoco es que lo necesitáramos porque no estamos tan estropeados, nos reconocimos todos en cuanto nos vimos, como los calvos. Es una gran forma y muy recomendable, no es nada pretenciosa y permite relajarse por la normalidad que representa una charla con unas cervecitas en un bar cualquiera. Siempre he creído que ése es el verdadero diván del mundo real. Unas cervecitas y un rato de charla. Se pueden arreglar muchas cosas con algo tan simple como eso.
Cuando accedes a tomarte unas birras con alguien del pasado, generalmente, es porque te hace sentir bien recordar, nos da alegría revivir juntos batallitas pasadas y reírnos bobaliconamente. Lo mejor es que esto no tiene género ni edad, lo hacemos todos, ellas y nosotros. Cuando esos recuerdos pasados son de la infancia, todas esas sensaciones se vuelven granhermaneras, o sea que se magnifican. Creo que es porque son aquellos pequeños seres con los que empezamos la primera carrera de todas. Estábamos juntos en el mismo punto de partida, todos iguales y sin diferencias, en la primera de nuestras líneas de salida. En una época en la que todo asustaba más porque el mundo era un sitio raro donde empezábamos a aprender, a esforzarnos, a garabatear las primeras trazas de nuestros caracteres. A relacionarnos intensamente por primera vez con otras personas que no eran nuestros superprotectores padres.

Es agradable encontrarte con un grupo divertido y cachondo después de tantos años, se desvanecen las temerosas dudas en los dos primeros minutos. Cada uno muestra una esplendorosa personalidad clara y encantadoramente definida, evolucionada de aquel primer carácter porque, si te fijas, entre los pliegues de esas poderosas personalidades puedes ver a aquellos chicos y chicas de doce años. Ese sublime placer dulce que saborea el observador.
Retomar esto ha tenido una magia especial, una esencia propia de grupo, de primera manada. La primera manada a la que pertenecimos y, seguramente, la que determinó, en alguna medida, la dirección de futuros acontecimientos personales.
Supongo que esta ilusión  no debe ser sólo mía ya que aquí estamos después de veinticinco años. Vamos a echar un partidillo en el mismo parque, junto al colegio, que lo hacíamos a la hora del patio del cole.(nuestro colegio no tenía patio y nos llevaban a un parque próximo) Estamos casi todos y nos hemos traído hasta el bocata pero con latas de cerveza, que tampoco es obligatorio representarlo todo con tanta exactitud.

... Abro los ojos y vuelvo a mirar el balón. Kike está impaciente por que chute ya.
Aún no se lo he dicho a ninguno de ellos pero nos vamos todos de viaje. Nunca he viajado llevando a tantos y no sé cómo saldrá. En estos momentos echo de menos al líder de esta manada, al mentor. Él sabe mucho más de estos viajes y sabría qué hacer para que el salto tuviese asegurado el éxito. Entre los dos no habría problema para poder llevar a todos. Bueno, en el siguiente viaje vendrá, también eso es inevitable, pero hoy lo intentaré solo, salga lo que salga. Nunca sabes cuántas oportunidades vas a tener.
Estoy acojonado pero entusiasmado a la vez. ¡Me gustaría tanto que saliera bien! No estoy acostumbrado a no controlar las variables pero habrá que arriesgarse, ¿no es eso lo que suele decirse, que el que no arriesga no gana? Si sale bien será la primera vez que viaje con escolta, la mejor de todas las escoltas para viajar en el tiempo, la primera manada. Mi primera manada.
Ya lo oigo llegar. Es uno de esos nudos temporales ruidoso y escandaloso para el oído entrenado porque va dando golpes y bandazos a todo cuanto se cruza en su camino y jamás y ante nada se detiene. Es el que nos va a transportar en nuestro viaje. No me puedo entretener porque si lo hago perderemos todos el tiempo, o el nudo temporal más concretamente. Los miro a todos sentados en el murete que rodea la pista de "futbito" y sus sonrisas me dicen que saben, o al menos intuyen, a dónde vamos. Es como si me dieran el permiso para poder orientarlos y así orientarme yo en el viaje en el tiempo. Doy los dos pasos que me separan del balón y chuto en el mismo instante que el nudo temporal atraviesa la pista de fútbol justo encima de nuestras cabezas, en nuestro cénit. El resplandor ocre vuelve a aparecer, como siempre, y sólo dura un segundo.
Oigo a Kike gritar, ¡PORTERO!, al atrapar el balón. Muy característico de él. Lo miro y veo al chaval de doce años que tan bien conozco, igual que a todos los demás que están sentados en el mismo murete con sus bocatas y sus birras. Los cuento rápidamente de un golpe de vista y veo que estamos todos. Ha funcionado y una sensación de alivio y alegría brutal me invade profundamente. Estamos en 1988 pero con la conciencia de 2013, en el mismo lugar en el espacio pero veinticinco años atrás.
Escondemos las birras porque no sería muy normal que los profesores de entonces vieran a un grupo de doceañeros acompañando el bocata de la hora del patio con una estrella dorada, y menos con la voll-damm que me he traído yo. Hacemos una fila de a dos para volver al colegio, como tantas y tantas veces hicimos. Me pongo el último de la fila y simplemente les digo: A las cinco estad todos en el parque para volver. ¡Disfrutemos, amiguitos, disfrutemos!













1 comentarios:

J. Fernando Capriles H. dijo...

Excelente artículo Miguel-on.

Como lo planteas, mi incursión el facebook o facebu como dicen otros solo tenía como intención re-encontrar viejas amistades, de infancia si era posible.

Facebook cumplió con su principal cometido y me dio la inmensa sorpresa de re-encontrarnos algunos de mi pasado……... 30 años después nos dábamos un tímido “hola”, fueron pocos los que nos re-encontramos, algunos en el exterior otros aún en algún lugar de la Nación que nos vio nacer, cada quien con su vida cada quien con sus rollos………

Siempre he creído que esta nueva tecnología la disfrutamos más nosotros los mayores que los jóvenes que nacieron bajo ella, somos nosotros los que le encontramos el fundamento cuando nuestros lazos de amistad que creíamos apagados vuelven con la misma intensidad de aquellos años juveniles, la sensación de vernos nuevamente no tiene precio es abrumadora y acogedora a la vez, en realidad es una experiencia tan personal que incluso diría que no hay forma de expresarlo sino solamente viviéndolo, vivir el momento del re-encuentro es simplemente indescriptible.

Miguel-on, te felicito por tremendo tema, el cual fusiló mi intención de hacer un escrito sobre algo similar………

Gracias por tan grato relato.

José Fernando Capriles.