jueves, 19 de diciembre de 2013

CONMIGO MISMO

 Aquí ando, enfrascado en el libro que me acabo de comprar y voy ya por la página 56. Me encantan los autores que en las primeras cuatro páginas ya te han descrito a los personajes con exactidud y te han metido en la trama. Luego vuelas.
 Me han dicho que tardarán unas tres horas en cambiar el parabrisas del coche y no me queda otra que esperar.
 Levanto la vista un instante y veo que sigue ahí, manoseando el móvil y esperando que se acerque la camarera para pedir. Pedirá un café americano. Siempre pide lo mismo y, además, especifica que no sea aguado, que sea como un café normal pero en tamaño extra.
 Hace ya un tiempo que me acompaña a todas partes. Otros, anteriores, no eran tan pesados, a veces me acompañaban y otras veces iban a lo suyo pero éste siempre está ahí. Al final me he acostumbrado, como no habla mucho y tampoco molesta.

 No recuerdo con exactitud cuándo comencé a imaginar personajes-compañeros, hace ya algún tiempo pero no me acuerdo con precisión. Supongo que todos los que trabajamos de noche y solos tenemos nuestras técnicas para no volvernos locos. A mí me dio por esto, por crearme amigos o, mejor, compañeros imaginarios.
 El primero de todos fue Nemesio, nunca lo olvidaré. Un abuelete de setenta y largos muy alegre y simpático. Sabía un chorro de cosas y todas las explicaba con gracia y de forma que cualquiera las pudiera comprender. Era bajito, calvo y rechonchete. Caminaba como un pingüino y le encantaba el vino y los boquerones en vinagre. Nunca comprendí esa obsesión que tenía con los boquerones. Si entrábamos en un bar y  veía que había boquerones en vinagre, no podías captar su atención hasta que hubiera una tapa en la mesa, y como a él nadie lo veía siempre me tocaba pedirlos y pagarlos a mí.
 Apareció un día sin más, yo estaba sentado en la parada del autobús y me preguntó que qué libro estaba leyendo. No sé cómo empezamos a mantener una charleta de esas agradables. Mantenía a la perfección los tempos de una buena conversación. Sabía escuchar y hablar, y seguía el hilo de lo que preguntaba. Nada que ver con esos acaparadores de tiempo ajeno que pretenden soltarte su rollo y penurias, para quedarse a gusto, y luego no te dicen ni adiós. Nemesio era un abuelete ilustrado y con un conocimiento brutal de la vida y de las personas. Manteníamos largas conversaciones nocturnas sobre temas diversos, uno que le entusiasmaba era la aeronaútica y todo lo relacionado, aviación, aviónica, etc... Las noches de curro pasaban voladas con él. Aprendí mucho del viejo pirata Nemesio.
 Un día me dijo que tenía que ausentarse por un tiempo, un niño se lo había imaginado igual y decidimos, de mutuo acuerdo, que el niño tenía preferencia. La despedida fue bastante emotiva. Cuesta despedirse de la buena gente y más cuando sabes que no los volverás a ver. Porque los dos sabíamos que no era una ausencia temporal, pero ninguno dijimos nada. Nos limitamos a darnos un abrazo de buenos amigos.

 No tardó en aparecer el sustituto de Nemesio, sustituta en este caso. Drika era una chica holandesa, había nacido en Rotterdam pero llevaba cuatro años viviendo en Barcelona. Se mudó cuando murieron sus padres. Eran muy mayores porque la tuvieron muy tarde, ya no esperaban tener hijos y apareció Drika como un milagro. Y un poco milagro sí era. Veintinueve años, rubia de pelo lacio y ojos penetrantemente azules con el iris pequeño. Cuerpo... ¡Cuerpazo! De esos que dislocan cuellos masculinos cuando van por la calle. Hablaba muy bien el castellano sin perder ese encantador acento extranjero suyo. La conocí en el supermercado, se le cayó al suelo una carpeta llena de papeles que se esparcieron en un santiamén y rápidamente me ofrecí a ayudarla. Lo primero que me llamó la atención, al margen de toda ella, fue su voz. No me refiero a su acento, sino al tono de su voz. Era meloso y agradable. De esos que te atrapan y estarías escuchándolos todo el día. El canto de la sirena, lo llamé más tarde.
 Con Drika todo era tremendo. Aparecía siempre con alguna historia extraña que le había sucedido llena de situaciones inverosímiles. Lo explicaba todo con una pasión desbordante y contagiosa. Te animaba aunque no quisieras y, para ella, no había nunca nada imposible. ¡Qué mujer esa Drika!
 Cometí el gran error que nunca se debe cometer con uno de tus personajes. Me acabé liando con ella. Al principio intenté resistirme pero era una tarea abocada al fracaso. ¡Estaba tan buena y era tan exageradamente sexual!...Acabamos follando como locos todas las noches, ella lo hacía todo a lo tremendo.  Noches de situaciones inverosímiles y polvos antológicos. Cuando íbamos por ahí, quería hacerlo en cualquier sitio y no reprimía ni ganas ni gritos. Perdí seis kilos y empecé a lucir unas ojeras peligrosas.  Creo que si no hubiera desaparecido de mi vida me hubiera llevado a la tumba. Bueno, creo no, estoy seguro. Le ofrecieron un trabajo en Seattle, EUA y así terminó nuestra pintoresca relación y pude burlar, por los pelos, una muerte segura por agotamiento físico-sexual.

 Hubieron otros. Edu, un chaval de diecisiete años un poco inseguro e ingenuo pero con la energía e intensidad de los adolescentes por comerse la vida sin pensar en empachos ni rarezas. O Marisa, una señora de cincuenta y tantos sin estudios y de escasos conocimientos pero con una de las mentes más abiertas con las que he tenido el lujo, el gusto y el placer de cruzarme en la vida. Gran mujer Marisa, toda una señora. O Jyoti, una niñita India con una sonrisa preciosa y una carcajada más bonita todavía. Jyoti veía el mundo de otra manera, diferente a todos. Y me lo explicaba porque decía que a mí me gustaba escuchar. Puede que sea a la que más echo de menos. Era la más pura, la más de verdad.

 Llega la camarera y Miguel-on deja de manosear el móvil.

 — ¿Qué va a tomar, señor?  — pregunta.
 — Un café americano. Pero que no sea aguachirri, que sea como un café normal pero en tamaño XXL.  — respondo.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me fascina esta historia!!! Me deja una mezcla entre sonrisa tiena y cara de susto..jajaja. Me encanta!! (Aprendiendo)

Anónimo dijo...

Fascinada e increiblemente y gratamente sorprendida por lo que acabo de leer, por una razón: yo también sueño despierta lo que no significa que sea una incosciente soñadora.
Tienes una lectora más.
El buho Perico... Marta.

Anónimo dijo...

Vaya,te acabo de leer. No lo habia hecho nuncade hecho no me había fijado ni en qué escribias! Esta mañana me he levantado y por 1º vez me he dado cuenta qué en tu Bio pones aquí escribo cosas . Y te he leído. Bueno pues me encanta es tierno, siempre he sabido que detras de ese "personaje" había alguien tierno y muy inteligente. No me equivoque